Pues les cuento que no sabía que subir, así que empecé a escribir en mi cabeza y cuando me di cuenta salió esta historia, espero que les guste va dedicada a todos los incrédulos como yo.
11:57 P.M.
La verdad no me dio mucho miedo el cuento, la idea de un anciano persiguiendo al mismísimo diablo por todo el pueblo, me pareció un poco ficticia, así que deje aquel viejo cuentero y me dirigí hacia dentro del bar.
Siempre me han gustado los rincones, casi nadie se pasa por allá, todo quieren el algarabío dl centro o cerca a la barra para emborracharse más rápido. Desde luego mi lugar, aun sin reservación, estaba intacto, pero no faltaría mucho para que en el lapso de ir hacia la barra y regresar, ya la encontrara ocupada. Había una mujer, que se encontraba fumando y no entraré en detalles pues se trataba de una mujer normal, cara normal, estatura normal, tetas normales, y su trasero normal, y no hablemos de su vestimenta, típica de una campesina.
Al principio odie el hecho, así que me acerque y le dije:
¡Disculpe! Pero se equivoco de mesa, yo estaba antes que usted.
Ella me miró fijamente y sonrió, discúlpeme, pero es que vi cuando llego, y es justo lo que estaba esperando.
“Si yo sé, yo también puse la misma cara que tienen ustedes en este momento”. Con un poco de asombro le pedí que me explicara. Ella, sacó una baraja de cartas y me dijo: Soy jugadora, de las mejores, sino es que la mejor, y todo se lo debo a mi gran amuleto: “Los extranjeros” y por su habladito gomelo y su ropa fina, no creo que usted sea campesino como yo.
·Si, también me dio risa”. ¿Así que soy un…Amuleto?
Pues si quiere ganarse unos cuantos pesos por acompañarme hasta la medianoche, si.
Miré el reloj y eran las 10.30. ¿Y cuanto me pagaría? Pues el 80% de lo que gane, yo vivo sola y no necesito mucho, además el de la suerte es usted.
Con esa oferta era muy difícil decir no. Así que nos dirigimos hasta la mesa de juego, sus apostadores ya se los imaginaran, campesinos y más campesinos. Al llegar a la mesa, unos soltaron la risa, otros simplemente murmuraban, yo simplemente me senté al lado de ella y a su vez ella empezó a jugar. Con el paso de los minutos no parábamos de ganar, hasta que se llegaron las 11.15. Ella paro y me dijo, bueno señor, gracias por todo, me tengo que ir, tome su parte; eran unos 800 dólares, que para una hora y media de acompañamiento, me hicieron sentir prepago por unos momentos,
Una última cosita, podría usted acompañarme a mi casa, es aquí no más a 3 cuadras y uno ya ni en los pueblo está seguro a esta hora, podría pasarme algo. Con tan buena noche, era lo mínimo que podía hacer por ella, así que nos fuimos. Ya estábamos por llegar y en un desesperado ataque de Testosterona, le pregunté por su nombre, ella sonrió y me, dijo: Eso no es importante señor, igual no nos vamos a volver a ver sino dentro de muchos años. Su respuesta me hizo sentir muy incomodo y miré el reloj, Marcaba las media noche, y cuando estaba a punto de decirle que me marchaba ella paró. ¡Aquí es! Yo un poco confundido le dije: Pero si esta es la entrada del cementerio. Si, es que yo vivo acá. Yo me solté una carcajada y le dije: No, enserio ya es tarde y quiero irme a casa.
Ella me miro y me dijo:
Usted quería saber mi nombre, pues…MUCHO GUSTO… ¡YO SOY EL DIABLO! ¡Y NO!, NO ME EQUIVOQUE DE MESA!
Autor: Ricardo Mathieu
Fuente: Los ladrillos de mi alcoba.
