Dos infinitas razones para no odiarte

Hola a todas las Ladrillas. Feliz día a todas, aunque no esté tan de acuerdo con esta celebración, aprovecho la oportunidad para saludar a 3 mujeres que hacen que mi vida sea más feliz: 1. Luisita que está en Rusia pero que nunca me olvida y sabe que la quiero montón. Gracias por tantos momentos grandiosos. 2. Caro, que está en USA pero siempre me alegra la vida y me hace sonreír. 3. Tania que aunque esté en México, es mi crush, definitivamente lo es y pues ya sabes, algún día iré por ti.

Dos infinitas razones para no odiarte

…De tus ojos aprendí la inmensidad del universo.

Hace muchos años en un lugar lejano en el infinito universo, nacieron dos estrellas con luz propia. Pero no brillaban como las demás, su resplandor era mágico, era un resplandor divino, por lo que Dios al ver esto decidió separarlas y las lanzó a la deriva. Las estrellas vagaron por el universo hasta que cierto día llegaron al universo que todos conocemos. Sin embargo allí se separaron y cada una cogió camino contrario de la otra.

Ese día los planetas se encontraban en una reunión muy importante para decidir el nuevo orden de cada uno en el universo, ya que estaban cansados de estar en el mismo lugar. Unos se quejaban de tanto calor y otros de tanto frío, pero por más que hablaban, no lograban llegar a un acuerdo. Los gritos se silenciaron cuando vieron dos grandes destellos a lo lejos y después de un rato, decidieron perseguir estos destellos, pero como iban en dirección contraria, formaron dos grupos y luego empezaron la persecución.

El primer grupo llego hasta aquel destello inmenso y así vieron que se trataba de una hermosa estrella. No pasó mucho tiempo para que empezaran a discutir. Esta vez lo hacían por obtener el derecho a llevarse la estrella consigo cada uno. Mercurio se lleno de ira, tanta que le salían gases de los costados y dijo: Es mía, yo la protegeré de todo mal y peligro. Marte se levantó enfurecido y dijo: ¿Ustedes que saben de la vida? Yo debo ser el dueño de esa estrella a lo que Júpiter se levantó y dijo: ¡Chiquillos! Nadie es mas acto que yo para cuidar de esa estrella, así que dejen de pelear, es mía. Neptuno entonces dijo: esta pelea no se acabará jamás. Propongo que consultemos con el sol, él es muy sabio y sabrá que hacer. Al no encontrar solución para tal dilema, decidieron que era lo mejor, se llevaron la estrella y viajaron camino al sol.

Del otro lado del universo, el segundo grupo empezaba la discusión por la otra estrella. Venus decía: yo tengo un instinto maternal innato, la estrella se queda conmigo. Saturno a su vez insistía: mis anillos la protegerán de todo mal y peligro, debe ser mía. Urano que no alcanzaba a ver muy bien: Necesito un lazarillo como ella, así que ella viene conmigo. Discutían así el uno con el otro hasta que Plutón, el más pequeño, gritó muy fuerte y dijo: ¡Compañeros! Esta pelea puede ser milenaria, propongo que llevemos la maravillosa estrella ante la luna, ella es muy justa y sabrá que hacer. Y después de un prolongado silencio, decidieron ir hasta la luna.

Entre tanto el primer grupo llegaba a su destino.

-Señor Sol, sé que es muy tarde pero necesitamos de sus palabras para solucionar un conflicto.

El señor Sol, aunque de muy mal humor, decidió atender a los planetas, quienes le explicaron lo que sucedía con la estrella. Luego de esto, el señor Sol se paró frente a ellos y dijo: -Todos tienen razones válidas para quedarse con esta estrella, pero aun no me convencen del todo. Iré a visitar a una vieja amiga, Doña Luna, para tomar la mejor decisión. El señor Sol partió junto con la estrella mientras que los planetas lo esperaban impacientes.

Volviendo al segundo grupo. Llegaron los planetas restantes a la casa de Doña Luna y acto seguido golpearon a la puerta.

–Doña Luna, hablan los planetas. Sabemos que es muy temprano pero tenemos un problema muy grande que de seguro usted nos puede ayudar a solucionar.

Doña Luna, aunque un tanto cascarrabias, salió a atender el caso. Después de escuchar a cada uno de los planetas, se sentó frente a todos y dijo: La situación es complicada, todos exponen muy buenas ideas para quedarse con la estrella, sin embargo para tomar la mejor decisión, es preciso que vaya a visitar un viejo amigo, el señor Sol. Partió así entonces Doña Luna, llevándose a la estrella consigo. Los planetas aunque celosos no tuvieron otro camino que esperar.

El sol y la estrella iban camino a casa de Doña Luna y el Sol preguntó:

-¿Con quién crees que sea mejor quedarte hermosa estrella?

-Con nadie, todos me tratan como si fuese mercancía, nadie me quiere por lo que soy, únicamente les intereso por mi brillo.

-Lo mismo pensé pequeña, y tengo una idea, pero tendré que consultar con Doña Luna.

Hablaban de esto cuando a lo lejos divisó un destello igualmente hermoso al de la estrella que lo acompañaba y mientras más se acercaba más aumentaba de tamaño. Después de unos minutos, se encontraron el señor Sol y Doña Luna en la mitad del camino y luego de un par de miradas en completo silencio, el señor Sol muy tímido dijo:

-¡Hola!

Doña Luna calló durante unos segundos, que se hicieron eternos y con indiferencia que salía forzada entre dientes, respondió:

-Hola.

Caso contrario al encuentro, las estrellas al verse entre sí, saltaron de emoción y brincaron de un lado a otro sin control. Se veían luces por doquier dibujando siluetas que se esfumaban en el infinito oscuro del universo.

Tal escena, para fortuna del señor Sol, ablandó el corazón de Doña Luna y justo a tiempo, porque estaba rojo como un tomate, erupcionando por doquier y se sentía muy incómodo.

-Creo que tenemos el mismo problema y la misma solución en mente, dijo el señor Sol.

-Siento decirlo, pero tienes razón. Dijo la luna. Ninguno de ellos es digno de estas maravillosas estrellas. La única solución es enviarlas a ese planeta llamado Tierra. Entre tanto las estrellas comenzaron a danzar, llenando de luz a todas sus semejantes. El espectáculo fue tan hermoso que Doña Luna dejó caer su orgullo y se acercó tanto al señor Sol que este no dudó en tomarla de la mano y terminar de guiarla hacia su cuerpo. Se hicieron eclipse de nuevo.

Cuando las estrellas terminaron su show, el señor Sol y doña Luna entraron en pánico, ambos se sorprendieron y avergonzados, soltaron sus manos de manera brusca e inmediata. El señor Sol intentó decir algo, pero Doña Luna con sus miradas lo detuvo. Todo quedó en silencio, de esos silencios incómodos, silencio que fue roto por el par de estrellas que como un par de chiquillas preguntonas gritaban:

-¿Podemos quedarnos juntas? ¿Podemos? ¿Podemos?

Doña Luna finalmente habló:

-¡Por supuesto! Ambas serán enviadas al planeta tierra. Es un lugar hermoso que por ahora carece de luz porque sus habitantes se han transformado en gente mezquina, egoísta, seres a los que solo les importa su propio bienestar sin pensar en los demás, pero también, hay personas que valen la pena, gente que puede ser rescatada, personitas que con un poco de su luz, recordarán lo que es realmente importante, el amor y la paz y de seguro así sus corazones se llenarán de buenos sentimientos y podrán ser felices de nuevo.

El señor Sol tomó a una de las estrellas y sopló tan fuerte como pudo en dirección al planeta Tierra, acto seguido la luna imitó aquel acto. Y así fue como el par de estrellas fueron enviadas a la tierra. Entraron por el cielo nocturno, y era tal la velocidad que no podían ver claramente donde iban y de repente en un hecho sin precedentes, chocaron contra una joven que solía salir de noche a dar un paseo por el parque. Aterrizaron en los ojos de aquella joven, una estrella en cada ojo.

Desde ese día, aquella mirada tiene el poder de enamorar, de perder y llevar hasta la locura a todo aquel que la mira, de llevar hasta el cielo y mostrar aquella danza de amor que alguna vez hipnotizó al señor Sol y a Doña Luna.

Si me preguntas cómo es que lo sé, cómo es que creo en esta historia fantasiosa, la respuesta es sencilla. Porque esos son tus ojos, porque así es tu mirada, ese es su poder y sí…soy víctima de él, de ellos, de ellas.

Ricardo Mathieu
Febrero 03 de 2013