Locura de papel


Hola Ladrilleros, Jackitos, Blackitos! 

Tiempo sin escribir por aquí aunque la mayoría me tiene en facebook o twitter y por ahí están informados de lo que pienso. 

Esta historia nace en el 2012 a mediados de Junio y es algo nuevo, algo a lo que si bien no están acostumbrados, espero que les guste tanto como a mí me gustó escribirla. No hay sangre, no hay muertos, no hay amores ni desamores, pero si mucha fantasía y cosas bien raras (como siempre). Sin más por ahora, disfrútenla y estén atentos porque ya están listas otras dos historias que iré subiendo con los días.

PDT: Bogotá está muy fría, llueve todo el día y sigo soltero.


Locura de papel


Disfrutaba yo de la locura de ser joven y en ese sube y baja de emociones y sensaciones a las que cada uno de los seres humanos debemos enfrentarnos, tan inocentes, tan vulnerables, entre el alcohol, las drogas, la televisión insulsa, ese “vamos a la fiesta”, ese “que horror, me salió un barrito”, y si, hasta ese que ropa me pongo, como me peino. Estas y muchas otras cosas tenía yo que pensar a diario, cada momento, cada segundo, que con el tiempo aprendí a controlar y hasta disfrutar. Pero no todo es así de divertido, es más, la diversión solo se nos es dada en pequeñas porciones antes, y después de asistir al lugar ese donde pretenden convertirnos en académicos, esas cuatro paredes en donde llega un gran genio con su bata blanca y sus gafas remendadas y escribe una cantidad no memorable de signos y letras en el tablero. Creo que le llaman colegio.

Personalmente detestaba el colegio, no solo por tener que soportar las interminables clases y a mis aburridos profesores, sino porque me quitaba tiempo valioso en mi vida, tiempo que podía utilizar para emborracharme con mis amigos, para drogarme en el parque y pretender reír con las estrellas, para conquistar algunas chicas con mis peinado a la moda o simplemente para tirarme en la cama y convertirme en zombie viendo algún programa en la televisión, pues al menos así decía mi mamá. El caso es que detestaba estar en cualquier lugar donde no se me permitiera ser yo, y más si este lugar se llamaba colegio.

Como se había previsto y en uno de mis ataques de libertad o mejor dicho libertinaje, enfrenté al profesor de español, uno de los más exigentes y rajones, temidos por los estudiantes y amado por los profesores. En todo el colegio corría el rumor que los castigos que el imponía a quien lo desafiara, eran terribles, y tan tremendos eran que los estudiantes que habían pasado por estos, se retiraban del colegio y jamás se volvía a saber de ellos. En este punto confesaré que todo esto era demasiado tentador como para no atreverme a desafiarlo, a correr el riesgo y de esta manera, fue como prendí fuego a la caneca de basura, la cual estaba llena de papeles como de costumbre. El alboroto fue tal que salimos todos del salón y la clase de español fue suspendida. Eso fue grandioso, al menos hasta que por un anónimo, se recibió la información donde yo resultaba implicado en el hecho como el autor intelectual y material, razón por la cual fui enviado a coordinación.

Hasta aquí mi historia era como la de cualquier alumno que es castigado y enviado a coordinación para efectuar la sanción. Mi sorpresa empezaría cuando entré a la oficina y me di cuenta que el coordinador era nada más y nada menos que el profesor Iván Aponte, el mismísimo profesor de español. Me senté un poco temeroso y él seguía hurgando entre muchos papeles, como si tratara de encontrar algo especial. Pasaron algunos minutos y al no escuchar más que el sonido de las hojas pasar una tras la otra, me levanté y decidí irme, pero cuando estaba a punto de llegar a la puerta escuche su voz.

- ¿Para dónde va señor Casteblanco?

Respondí un tanto sobrado:

- Es aburrido verlo haciendo sus cosas y no pronunciar palabra alguna, ahora entiendo porque los alumnos que obtienen su castigo se van.

- No estoy haciendo mis cosas, de hecho, estoy preparando sus cosas. Hace mucho tiempo nadie venía para ser castigado por sabotear mi clase, eso sin duda alguna, no merece un castigo común y corriente y por eso estoy buscando algo que sea digno de usted señor.
Y mientras decía eso, lo halló.

- Bien, aquí está. Ahora acérquese, quiero que mire esto detenidamente.

Me acerque y nuevamente me senté. Frente a mí, Aponte colocó una serie de hojas que parecían estar atadas por un hilo mal cosido de color dorado. Las hojas eran viejas y estaban arrugadas en su mayoría.

- Bien, esas hojas están en blanco y la razón de esto, es porque quiero que en ellas escriba el porqué decidió sabotear mi clase. ¿Qué fue eso que lo motivo a prender fuego a la caneca?
Obviamente yo me negué. Si no hacía nada en clase mucho menos ahora que me había librado de esta. Cerré las hojas y las retiré de mi cuerpo.

- Creo señor Casteblanco que no he sido lo suficientemente claro con usted. Le aclaro que usted no va a salir de esta oficina  hasta que no haga lo que se le ha pedido y no se preocupe por el tiempo. Aquí, es muy diferente que afuera, así que tómese todo el tiempo que quiera.
No comprendía mucho sus palabras, pero lo que si pude entender es que o escribía algo o no iba a salir de ese encierro, así que decidí empezar a escribir. Pasaron horas y las hojas seguían en blanco, esperando al que mi mente decidiera escribir algo, pero no me fue posible hacerlo, aunque tenía todas las razones en mi mente, por alguna extraña razón no podía plasmarlas en esas hojas.  Empecé a juguetear con mis pies, luego con las manos y finalmente con los objetos de la mesa, hasta que volví a escuchar su voz. Esta vez detrás de mí.

- Tal como lo imaginé. No sabe cómo escribir ¿Verdad señor Casteblanco?

No me agradaba mucho la idea de hallarle la razón al profesor Aponte, pero decidí responderle la verdad:

- La verdad, trato de poner las palabras pero no puedo, es como si mis manos no quisieran trabajar.

Aponte bajo sus lentes un poco, me miró y dijo:

- No se trata de sus manos, se trata de su mente.

Aun seguía sin entender sus palabras, pero asenté como afirmando que si lo hacía.

- Escribir no es tan fácil, y si prestara un poco de atención a clase ya lo sabría. Sin embargo, intentaré ayudarle una vez más.

Se dio la vuelta y me dijo que lo siguiera. Entró por una puerta de un costado y llegamos así a un cuarto no más grande que un salón de clases común, pero en vez de pupitres, este estaba repleto de libros, cientos de ellos quizás, todos apilados entre sí, polvorientos  y con un olor desagradable.

¿Qué hacemos aquí? Dije extrañado y un tanto disgustado.

- ¿Hacemos? Yo no Señor Casteblanco. Usted hará. Busque un libro de pasta naranja, es el único que hallará de ese color, cuando lo tenga, vuelva a la oficina y estoy seguro que podrá escribir todo lo que le estoy pidiendo y quizás muchas otras cosas interesantes.

Y diciendo esto, se marchó cerrando la puerta de manera preventiva.

Así fue como llegué a estar rodeado de cientos de inútiles libros viejos y con una labor que parecía más el capricho de un profesor que algo realmente importante. No sé cuánto tiempo pasó, pero sin duda alguna fue bastante y cada vez me hartaba más de buscar el condenado libro naranja, pero de repente sentí algo que tironeó mi pantalón de paño gris y cuando volteé a mirar quedé absolutamente aterrado; empecé a temblar, me debí a ver puesto muy pálido y sentí un frio que recorrió todo mi cuerpo. Era el libro naranja, moviéndose por sí solo, masticando mi pantalón como si tratara de morderlo y cuando no podía estar más asustando, escuché una fuerte voz que decía:

- ¿¡Qué estas mirando!? ¿Te han enviado a buscarme no es así?, pues mírame y lárgate, no permitiré que me lleves contigo.

Mientras tanto mis piernas temblaban y yo aun no salía de mi asombro, pero en uno de mis ataques de supervivencia, decidí tomar el libro naranja y soltarlo de mi pantalón, con tan mala suerte que este me mordió la mano y salió saltando entre los demás libros, los cuales solo me observaban con la mirada perdida. 

Como pude, llegué hasta la puerta y la abrí, salí corriendo y llegué hasta Aponte, quien se encontraba recostado en su sillón leyendo algo que no recuerdo exactamente que era pues mi susto en ese momento era tremendo. Le grité como diez veces lo mismo, pero hablaba tan rápido que ni yo mismo entendía lo que decía. Aponte me tomó de los brazos y me dijo:

- ¿Encontró el libro verdad? Siéntese, y no se preocupe, siempre es lo mismo, le traeré un vaso de agua.

Como pude e senté, pero en el fondo sabía que esto no podía estar ocurriendo, que se trataba de un mal sueño o que el efecto de las drogas ya me estaba afectando. Y en ese momento sucedió algo que cambiaría mi vida por completo. Las manos empezaron a sudar, y temblaban sin control, mi corazón se aceleró y mi mente empezó a pensar mil cosas, necesitaba un algo con qué escribir y obviamente donde hacerlo. Y allí como si hubiese preparado todo, Aponte me tenía aquellas hojas cosidas con hilo dorado y un lápiz y sin pensarlo prolongadamente, simplemente, empecé a escribir. Lo hice durante horas, hojas y hojas, cientos de letras que no sabía ni de donde habían salido, pero fue como si no me importara nada más que escribir todo lo que por mi mente se atravesaba.

Cuando por fin decidí parar, había completado todas y cada una de las hojas que Aponte me había pasado. Se las entregué a Aponte y le dije:

- Aquí está, acabé el informe que me pidió, pero tengo varias preguntas.

- Pregunte señor Casteblanco, preguntar nos hace más listos, respondió Aponte.

- ¿Usted sabía que esto pasaría? ¿El libro naranja es real?

Aponte esbozó una sonrisa y respondió:

¿Sabe? Usted tiene un talento excepcional, y ciertamente no logro entender como desperdicia todo ese potencial que tiene. No le responderé ninguna de las dos preguntas pero si le diré que las respuestas usted ya las tiene. Todo está en su mente, solo se necesita un poco de estimulación. Ese cuarto tiene ese beneficio. Por eso de ahora en adelante usted será otra persona, alguien que vivirá para escribir y todos sus textos serán leídos por millones alrededor del mundo, tal y como sucede con los anteriores estudiantes que han venido en las mismas circunstancias que usted.

- Pero, ¿Eso significa qué el libro naranja es real?

- Eso no sabría respondérselo, jamás logré atraparlo para poder comprobarlo.

Y de esta manera fue como llegué hasta aquí. Hoy recibiendo este premio, debo admitir que nací como un genio de la literatura, pero que jamás lo hubiese conseguido de no haber sido por el libro rabioso que me mordió en aquel cuarto, ese libro naranja fue el que creó el genio que hoy día ovacionan los diarios, y ustedes académicos. Este premio es para ese libro naranja, que ojalá hoy día siga mordiendo a genios desprevenidos como yo. 

Popular Posts

El patrón

Mi foto
BlackJackTatto
Este blog nació hace más de 10 años y fue un bonito diario en el que se mezclaba realidad con deseos. Gracias a mis lectores de Ecuador, Chile, Argentina, Perú, México, etc. A todos ustedes los quiero.
Ver todo mi perfil

Ladrilleros De Rango

Popular Posts

Popular Posts

Popular Posts

N. Ricardo Perdomo C.. Con la tecnología de Blogger.

Copyright © / Palabras De Ladrillos

Template by : Urang-kurai / powered by :blogger